Ayer me entero por la prensa que nos dejó Enrique Mena Segarra, un ser enigmático y sorprendente, mi profesor de historia en 6º de Secundaria y luego en el IPA.
Coleccionista de anécdotas y de mil y un historias, siempre jovial y provocador, me marcó profundamente en ese tipo de cosas que por pudor son innombrables.
Como si me pongo a pensar se me anuda la garganta, recurro a Borges a modo de homenaje.
Aquí la vasta enciclopedia de Brochhaus,
Aquí los muchos y cargados volúmenes y el volumen del atlas,
Aquí la devoción de Alemania,
Aquí los neoplatónicos y los gnósticos,
Aquí el primer Adán y Adán de Bremen,
Aquí el tigre y el tártaro,
Aquí la escrupulosa tipografía y el azul de los mares,
Aquí la memoria del tiempo y los laberintos del tiempo,
Aquí el error y la verdad,
Aquí la dilatada miscelánea que sabe más que cualquier hombre,
Aquí la suma de la larga vigilia.
Aquí también los ojos que no sirven, las manos que no aciertan, las ilegibles páginas,
La dudosa penumbra de la ceguera, los muros que se alejan.
Pero también aquí una costumbre nueva,
De esta costumbre vieja, la casa,
Una gravitación y una presencia,
El misterioso amor de las cosas
Que nos ignoran y se ignoran.
Al adquirir una enciclopedia. (Obras completas III. Siete Noches, 1980). Jorge Luis Borges
Con la esperanza de encontrarlo en alguna esquina del tiempo, en algún rinconcito de la feria inspeccionando alguna moneda o una vieja fotografía familiar, aquí va parte de su participación en aquél domingo de feria, que como siempre, sabíamos que íbamos a encontrarlo.
Con un profundo cariño
Adriana Nartallo.
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