Tuve un gran profesor que nos decía que al único que podía importarle si escribir la Principia Mathematica le había llevado diez o cincuenta años de trabajo, era al propio Newton. Pero no a nosotros, a quienes sólo nos interesa su obra monumental.
Si damos por bueno que artista es la “persona que hace algo con suma perfección” y que “actúa profesionalmente en un espectáculo (…) ante el público”, entonces es indiscutible que Diego Armando Maradona fue un artista.
A
nosotros sólo nos importa –sólo nos debería importar– el arte que produjo en
las canchas de fútbol.
Del
que no voy a hablar, porque basta ver y rever sus incontables maravillas.
Sí
quiero recordar tres momentos increíbles referidos a los dos partidos, a mi
modo de ver, más épicos de su carrera.
Mundial
1986, cuartos de final, Argentina – Inglaterra, tras la humillación de la
guerra de las Malvinas.
El
primero de esos momentos son los dos goles de Maradona. El primero, fruto del
potrero y la ilegalidad del pibe nacido en una villa miseria. El segundo, la
obra sublime del artista: único, incomparable, por belleza y trascendencia, en
la historia de los mundiales. Esos dos goles, justo ante ese país, tan asociado
históricamente al orgullo, al arte y a la ilegalidad.
El
segundo momento se produce fuera de la cancha, cuando le preguntan si el gol lo
hizo con la cabeza o con la mano. Y el pibe de barrio de 25 años responde como un
intelectual: con la cabeza de Maradona y
la mano de Dios.
En
ese tiempo ya existía el mito de que Dios era argentino. Pero no sabíamos no
sólo que era cierto, sino que además ese Dios era Diego.
Tercer
momento. Italia 1990, semifinal Italia – Argentina en Nápoles, patria adoptiva
de Maradona. Diego enciende la previa asegurando que Italia representa al norte
rico, y Argentina al sur pobre, o sea, ¡a los propios napolitanos! No consigue
poner a la tribuna a su favor, pero sí restarle fervor. La obra concluye con el
ajusticiamiento de Italia, dede el punto penal, y es el propio Maradona quien
ejecuta.
¿Quién
es el guionista que concibió esta épica en tres actos? ¿Quién el que se atrevió
a asignarle tres acciones de esta envergadura a un mismo protagonista, a un
pibe andrajoso de una villa miseria?
Quien
haya sido, debió sentir el temblor en su mano al escribir algo tan inverosímil.
Sin embargo todo es cierto. A veces, la vida imita al arte.
No
puedo saber si Maradona fue mejor que Pelé, Di Stefano o Scarone.
Es
discutible si Messi o Ronaldinho han sido mayores malabaristas con la pelota.
Pero
quienes seguimos el fútbol, sabemos que pocas veces un mismo jugador puede ser
el “10” a la vez en personalidad y talento. Y en ese sentido Maradona, el mejor
jugador de su tiempo, fue un caso único.
Otro
argentino, Jorge Luis Borges, escribió que clásico es aquel libro que se lee
“con previo fervor y misteriosa lealtad”. Hay jugadas y goles de Maradona que pueden
verse del mismo modo.
por Daniel Amorín
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