por Adriana Nartallo y Daniel Amorín
El cine, llamado también "séptimo arte" constituyó la primera
expresión artística de carácter masivo.
En sus orígenes y hasta ahora muchos hablan del cine como un formato –el
celuloide- pero está claro que el cine va mucho más allá del soporte donde
estén impresas sus imágenes en movimiento.
Lo que define al cine como un arte distinto
a los por entonces conocidos es el movimiento (poder captar imágenes en movimiento provoca conmoción: se habla de
la “música de los ojos”, de un arte para alcanzar la eternidad), y un lenguaje
propio: el montaje.
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Fotograma de "¡Qué viva México!! de Sergei Eisenstein (1932) |
Técnicamente hablando,
el cine es un proceso discontinuo que nos da la ilusión de continuidad. Esta
cualidad está directamente relacionada con la “persistencia retiniana”, que es
de 1/10 de segundo. El ojo no puede advertir el intervalo entre un fotograma y
otro de una película. Justamente por eso, el concepto de montaje es inherente al cine y no se puede hablar de cine sin hablar de montaje.
En los inicios, el cine era un divertimento de feria, una novedad: los
hermanos Lumiére colocaban una cámara delante de una fábrica de donde salían
los trabajadores, o filmaban el paso del tren. Esas primeras experiencias, de
tipo documental, rápidamente buscaron la forma de contar historias.
Pero en aquellas
primeras experiencias de ficción, los planos se seguían resolviendo respetando el
espacio teatral: las situaciones se planteaban en un escenario con los
protagonistas de cuerpo entero, y eran registrados por la cámara en un plano fijo,
frontal, sin cruzar el proscenio. El montaje funcionaba en su esquema básico: cambio
de plano significaba cambio de escena.
El montaje es, ante todo, la posibilidad narrativa de relacionar
distintos planos que, una vez unidos, producen un todo armónico que da como
resultado un relato de imágenes en movimiento. Este lenguaje narrativo tiene
sus propias reglas a las que hoy estamos acostumbrados a ver sin percatarnos
demasiado de ellas.
Las primeras historias de ficción surgen de la mano de un cineasta
francés llamado George Méliès, que se planteó el cine como fenómeno de ilusión.
Experimentó las posibilidades de los trucajes con la cámara: la aparición y
desaparición de objetos, la superposición de imágenes, los fundidos encadenados
surgen con él.
"Viaje a la luna" (1902)
La primera ficción con estilo realista fue filmada por el estadounidense
Edwin Porter en 1903: “Asalto y robo al tren” que duraba 8 minutos.
Tenía escenas filmadas en diferentes momentos y lugares para componer
una unidad narrativa, culminando en una persecución que lograba dar una gran
sensación de intriga, y se utilizaba por primera vez un solo primer plano en
calidad de truco impactante: el bandido apuntando y disparando hacia el
público.
En estas primeras experiencias la relación de la cámara con lo filmado
seguía básicamente la premisa de no cruzar el proscenio.
Serán David Griffith en EEUU y Sergei Eisenstein en la Unión Soviética -considerados
los padres del montaje- quienes realicen los aportes más revolucionarios en los
comienzos de este nuevo arte.
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