Escritor, dramaturgo, guionista.
Nosotros, amantes del cine, lo disfrutamos como guionista.
Las reseñas dirán con razón que escribió guiones para
nombres importantes como Tati, Wajda, Malle, Forman, Costa-Gavras, García Berlanga, Godard y Philippe Garrel. Pero lo
recordaremos sobre todo por haber guionado películas icónicas del incomparable
Luis Buñuel, y haber escrito también las deliciosas memorias del director
español tituladas "Mi último suspiro".
A quienes aún no lo conozcan, recomendamos con énfasis ver "Belle de jour", "La vía láctea", "El fantasma de la libertad", "El discreto encanto de la burguesía", "Ese oscuro objeto del deseo". Obras maestras de Buñuel que contaron más que con la colaboración o co autoría, con la complicidad de Carrière.
Para quienes pasamos buena parte de nuestra vida viendo películas, los seres como Carrière son, más que artistas admirados, muy buenos amigos. De esos amigos con los que uno cuenta para que nos digan verdades que duelen mientras nos hacen sonreír.
Pero para nosotros Carrière ha sido más que eso.
Porque no conforme con hacer cine desde la máquina de escribir,
hizo también libros fundamentales sobre el oficio de guionista, como "The
end - Práctica del guion cinematográfico" y "La película que no se
ve".
El mundo de la enseñanza de cine está repleto de
prestigiosos libros sobre cómo escribir guiones que se parecen mucho a
recetarios de cocina. Los estudiantes los leen con la ilusión de que siguiendo
sus métodos escribirán el próximo éxito de Hollywood o Netflix. Pero del mismo modo
que nadie se hace chef copiando una receta, basta ver cualquier conjunto de
películas elegidas al azar para comprobar que la mayoría fracasa por el guion.
Los libros de Carrière son los más luminosos al respecto. No
propone una sola de las supuestas recetas. Y en su lugar, nos enseña con
ejemplos sencillos y anécdotas de la vida real, cuáles son los
"músculos" que debemos estimular para introducirnos en ese extraño
mundo de crear historias que interesen a personas que jamás conoceremos.
En ese sentido, Carrière ha sido y es para nosotros, mucho
más que aquel amigo que no tiene pelos en la lengua: es un faro, un guía
espiritual, un amigo entrañable.
Un gran amigo nuestro nos contó que cuando trabajó en su
primera película profesional como asistente de los asistentes, en su último día
de rodaje experimentó la misma imagen que describe Carrière en su libro
"The end". Así ha pasado por esta vida Carrière: compartiendo
generosamente sus conocimientos y experiencias, hablando en forma franca y
llana, cosechando amigos de los que nunca supo ni podría saber. Tal como hacen
los grandes artistas con sus obras imperecederas.
Por si acaso existiera ese más allá en el que descreemos, te deseamos Jean-Claude, un eterno dry martini junto a tu compinche Luis.
Daniel Amorín
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