Lo lindo de compartir con los niños el placer de ver una película en pantalla grande en una matinée de cine de barrio.
Transcribimos el artículo de Luis Roux de El Observador, sobre la esperada apertura del Gran Prix, de Martín Daian.Y el barrio logró su Grand Prix
El Cerrito de la Victoria tuvo que esperar 33 años para recuperar el cine pero finalmente sucedió. Luego de una serie de contratiempos, este miércoles, apenas pasadas las 2 de la tarde, se inauguró con La era del hielo 4.
En la cabina de proyección el clima era tenso. Martín Daian, el hombre que puso su esfuerzo y ahorros para revivir el Grand Prix, cerrado desde 1979, rebobinaba los rollos para comenzar la primera función de los últimos 33 años. La acción, sin embargo, estaba abajo. Ahí trabajaban los equipos de televisión con móviles satelitales, periodistas con libretas, grabadores y celulares, un hombre pegando la alfombra roja del hall y padres y abuelos con niños de la mano. Y la presencia ominosa de los dos bomberos designados para la seguridad contra incendios, que no estaban convencidos de que la sala estuviera en condiciones.
La función del mediodía se había cancelado y la de las 14 horas pendía de un hilo. Cada vez llegaban más bomberos y hasta apareció un contingente en un camión. Iban y venían entre las colas de la boletería, el pop y la Coca Cola, así como los cables de la televisión.
El problema era el disolvente para pegar la alfombra. Finalmente, el aire del invierno borró la amenaza, la mayoría de los bomberos se fue y estaba todo listo para empezar.
Arriba, en la cabina, Daian tenía una visita muy especial. Era Carlos Lauko, operador del Grand Prix durante años, hasta su cierre. Lauko sigue viviendo a una cuadra del cine y se acercó a ayudar cuando vio que alguien quería revivir el Grand Prix. Y ahora quiso estar ahí atrás, cuando se encendiera de nuevo la luz del proyector. “Gracias a la fe de este muchacho, el cine echa a andar otra vez”, sentenció.
El problema era el disolvente para pegar la alfombra. Finalmente, el aire del invierno borró la amenaza, la mayoría de los bomberos se fue y estaba todo listo para empezar.
Arriba, en la cabina, Daian tenía una visita muy especial. Era Carlos Lauko, operador del Grand Prix durante años, hasta su cierre. Lauko sigue viviendo a una cuadra del cine y se acercó a ayudar cuando vio que alguien quería revivir el Grand Prix. Y ahora quiso estar ahí atrás, cuando se encendiera de nuevo la luz del proyector. “Gracias a la fe de este muchacho, el cine echa a andar otra vez”, sentenció.
Marta también vive en el barrio desde que nació, hace 67 años, y también estaba emocionada. Ella conoce muy bien el cine, porque iba muy a menudo. “Me gustaba Tony Curtis y las de cowboys. De John Wayne no me perdía ninguna. Los pobres veníamos al cine, que no hay que pagar boletos”.
Eva Yacottet no quiso revelar su edad pero sí la de su nieta Camila, que tiene 7 años. Camila no se acuerda de haber ido al cine alguna vez y Eva se mudó al barrio hace 10 años, así que pisaba el Grand Prix por primera vez. “Para el barrio es maravilloso. No tengo que tomar ni ómnibus”, festejaba.
Se acercaba la hora y la cola de la boletería se hacía importante. A la hora de empezar los trailers, la mitad de las 742 butacas estaban ocupadas y seguía entrando gente.
Eva Yacottet no quiso revelar su edad pero sí la de su nieta Camila, que tiene 7 años. Camila no se acuerda de haber ido al cine alguna vez y Eva se mudó al barrio hace 10 años, así que pisaba el Grand Prix por primera vez. “Para el barrio es maravilloso. No tengo que tomar ni ómnibus”, festejaba.
Se acercaba la hora y la cola de la boletería se hacía importante. A la hora de empezar los trailers, la mitad de las 742 butacas estaban ocupadas y seguía entrando gente.
Apaguen los celulares
Ya había empezado el trailer de El reino secreto y las luces de la sala todavía estaban encendidas y las cámaras de televisión seguían sobre sus trípodes consignando cada gesto de los espectadores. Hubo unos cuantos que fueron entrevistados por distintos medios. Hasta que finalmente se apagaron las luces y quedó solo la del proyector y empezó a contarse una historia de animales confundidos en el principio de los tiempos. Habría unas 400 personas mirando.
La etapa decisiva de la aventura empieza ahora para Martín Daian y el Cerrito de la Victoria. Lo que se inició hace cuatro años, cuando compró el terreno, y después de US$ 450 mil de inversión total, ahora tiene que demostrar que era algo posible.
Una presión mediática inusual, que se hizo eco de la voz ciudadana en las redes sociales, hizo que las trabas burocráticas de último momento se pudieran sortear y que el cine sea hoy una realidad. Es una oportunidad de probar, en la práctica, si el cine de barrio todavía tiene un público en tiempos de shoppings.
Este momento, sin embargo, es un momento de fiesta para Daian, para Lauko, para Marta, para los que firmaron la petición a la Dirección Nacional de Bomberos por un funcionario para la sala, para los niños del barrio y para los nostálgicos y románticos en general.
Esa es la hinchada que tiene Daian y su Grand Prix. Se sabe que el partido no es fácil, pero se está jugando y eso ya alcanza para alimentar la esperanza.
Ya había empezado el trailer de El reino secreto y las luces de la sala todavía estaban encendidas y las cámaras de televisión seguían sobre sus trípodes consignando cada gesto de los espectadores. Hubo unos cuantos que fueron entrevistados por distintos medios. Hasta que finalmente se apagaron las luces y quedó solo la del proyector y empezó a contarse una historia de animales confundidos en el principio de los tiempos. Habría unas 400 personas mirando.
La etapa decisiva de la aventura empieza ahora para Martín Daian y el Cerrito de la Victoria. Lo que se inició hace cuatro años, cuando compró el terreno, y después de US$ 450 mil de inversión total, ahora tiene que demostrar que era algo posible.
Una presión mediática inusual, que se hizo eco de la voz ciudadana en las redes sociales, hizo que las trabas burocráticas de último momento se pudieran sortear y que el cine sea hoy una realidad. Es una oportunidad de probar, en la práctica, si el cine de barrio todavía tiene un público en tiempos de shoppings.
Este momento, sin embargo, es un momento de fiesta para Daian, para Lauko, para Marta, para los que firmaron la petición a la Dirección Nacional de Bomberos por un funcionario para la sala, para los niños del barrio y para los nostálgicos y románticos en general.
Esa es la hinchada que tiene Daian y su Grand Prix. Se sabe que el partido no es fácil, pero se está jugando y eso ya alcanza para alimentar la esperanza.
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