Transcribimos
nota de hoy 7 de julio de El Observador, donde se da cuenta, una
vez más, de cómo oscuros intereses, no niegan alegrías colectivas. Después, no
valen los sesudos análisis de por qué estamos como estamos.
El barrio deberá seguir
esperando el milagro
El cine Grand Prix, cerrado en 1979, estaba
preparado para reabrir hoy, después de una inversión de US$ 450 mil, pero la
falta de habilitación de Bomberos lo retrasó, acaso para siempre.
Luis Roux.
La idea de Martín Daian era revertir una tendencia
perversa, por la cual para ir al cine hay que entrar a un shopping. Se trataba
de que la gente del Cerrito de la Victoria pudiera recobrar una experiencia
peculiar: la de ir a un cine de verdad, que es solo un cine, al que todos
fueran para ver esa película. Pretendía que la gente de la zona pudiera
disfrutar de la pantalla grande, pero no como una metáfora, sino de verdad, con
una pantalla curva de 12 metros de largo, para que el resultado fuera realmente
distinto, especial. Quería devolverle al barrio una magia perdida hace décadas.
Daian no salió a buscar auspiciantes ni descuentos
especiales. En 2008 compró el terreno en la calle Ingenieros en US$ 160 mil,
pero el cine había cerrado en 1979 y aquello había sido depósito de mercaderías
varias y había que hacerlo todo de nuevo. Entonces, gastó casi US$ 300 mil más,
para tener “el mejor cine de Montevideo”, tal como él mismo admite sin falsa
modestia.
Y eso porque se fijó en los detalles, porque Daian
sueña el sueño del cine propio desde que era niño y no solo colecciona
proyectores sino que tuvo un cine en su casa, con proyección y sonido de
primera y con unos sillones comodísimos para sentarse a disfrutar de un buen
largometraje en 35 milímetros.
Daian es un obsesivo del cine propio, de la sala
perfecta. Es así que el Grand Prix, con capacidad para 742 espectadores, tiene
40 parlantes TVC, con 6.000 watts de potencia y equipos de amplificación que
tienen 250 kilos de peso. Y también por eso los detalles están cuidados, desde
las butacas hasta el uniforme del boletero.
Ese cine no será realidad porque no hubo forma de
obtener las habilitaciones correspondientes, “a pesar de que tengo la voluntad
y el dinero para hacerlo”, asegura.
Daian explica que Bomberos aceptó que las
condiciones de seguridad del cine son satisfactorias, pero una de las
exigencias es la contratación de un bombero en las horas de proyección y cuando
quiso hacerlo se le dijo que no había personal disponible.
Según el emprendedor, estaba todo previsto para
inaugurar hoy y cubrir una buena parte de las deudas adquiridas en el esfuerzo
con las ganancias de las vacaciones de julio.
Ahora, con una convicción similar a la que tuvo
para levantar el cine, dice que se lo venderá a quien lo quiera comprar, una
iglesia o quien esté interesado. Si hubiera interés solo por el terreno, lo
desmantelaría.
Incomprensible
Daian dice que no entiende cómo la voluntad de
cumplir con todas las normas y el dinero necesario para hacerlo no sea
suficiente para resolver los problemas. A él le parece claro que le están
trancando las cosas; “poniéndome un palo en la rueda”, afirma.
Más allá de las puertas de emergencia, los
extinguidores y demás protecciones contra incendios, la contratación del
bombero cuesta $ 120 por hora, y debería estar 10 horas diarias, a lo cual el
empresario dice que había accedido, pero le dijeron que no había bomberos para
su cine y que sin bombero no había cine.
Daian dice que el cine en Uruguay no ha demostrado
ser un gran negocio, ni siquiera para los que ponen 10 salas en el medio de un
shopping. Las cifras que él maneja son de entre tres y cuatro millones de
entradas por año y solo en Montevideo hay unas 70 pantallas. “Para dedicarte a
esto tenés que estar apasionado por el cine”, dice.
Para la gente del barrio es una lástima grande.
Muchos se habían hecho ilusiones de que volvería una alegría que creían perdida
para siempre. Para hoy estaba anunciada la función inaugural, estaban
reservadas Madagascar 3 y La era del hielo 4, películas ideales para las
vacaciones de julio.
Daian tendrá que explicar, hoy a mediodía, a los
cientos de personas que seguramente estarán ahí, que no pudo ser; que fue un
sueño que casi se hace realidad; que a diferencia de Hollywood, en el mundo
real a veces las cosas terminan mal. El Grand Prix tiene todo para recuperar su
esplendor. Todo menos un bombero.
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