Primera parada: Soriano
La mañana abría amenazante cargada de nubes tormentosas. Y desde la ruta maltrecha nos topamos con estos gigantes, que no eran ni los treinta ni cuarenta de don Quijote, pero estaban allí suspendidos, tiesos y magníficos, prontos a dar batalla.
La idea del diario de viaje se nos ocurrió por las ganas de compartir con ustedes, nuestros 5 seguidores (menos que los que tiene Sánchez Padilla en Estadio 1), ciertas impresiones que, por una cuestión lógica de los objetivos que persiguen los micros, no estarán presentes en los materiales que realicemos.
Nuestra primera parada fue una escuelita rural de Soriano, ubicada en la "Carretera del Perdido", a 11 km de Cardona.
Una preciosa escuela donde estudian doce niños de distintas edades (de inicial a 6º) con la maestra que es también la directora y vive en la zona.
Cuando llegamos los gurises estaban expectantes de nuestra visita, obviamente, pero rápidamente se olvidaron de nosotros, y después de filmarlos realizando actividades de lectura en clase y de realizar algunas entrevistas, todos se fueron a jugar al patio.
Y aquí viene lo que les queríamos contar, que va a contrapelo de lo que vivimos usualmente en Montevideo y en las zonas urbanas: en esta escuela, los niños más grandes protegen a los más chicos. No se pelean ni se agreden y juegan en una onda muy buena. Tan es así -nos contaban la maestra y dos madres que constituyen el equipo comunitario lector- que unos niños que iban a la escuela de Cardona y al integrarse a la rural eran agresivos y distorsionaban la clase, poco después se fueron adaptando a esa -para ellos- nueva forma de relacionamiento, y ahora todo estaba bien. Lo interesante es que esta conducta sin violencia y de protección de los grandes frente a los pequeños, no resulta de una imposición de los adultos, sino que surge naturalmente entre ellos. Lo cual inevitablemente nos lleva a reflexionar sobre el asunto.
De regreso a Montevideo, mientras esperábamos el ómnibus en Cardona, nos topamos con este viejo hotel cerrado que nos hizo evocar a Juan Carlos Onetti y su Hotel Plaza en la onírica ciudad Santa María.
"Desde su mesa, Díaz Grey los miraba mientras bebía. Vio las caderas anchas de los hombres desbordando los taburetes y las raquíticas nalgas de las dos mujeres. La lluvia regresaba tímida, emparejaba su rumor, quedó fija como un objeto agregado a la noche". (Juntacadáveres - 1964)
La mañana abría amenazante cargada de nubes tormentosas. Y desde la ruta maltrecha nos topamos con estos gigantes, que no eran ni los treinta ni cuarenta de don Quijote, pero estaban allí suspendidos, tiesos y magníficos, prontos a dar batalla.
El equipo de Biblioteca Solidaria de ProLEE (ANEP), del que ustedes conocieron su proyecto a través del documental "Biblioteca Solidaria. Por una comunidad de lectores", nos planteó hacer una serie de micros en distintas escuelas del país.
En este caso con el objetivo de recoger, más que la experiencia de BS en sí, lo qué está pasando con los niños y su relación con los libros, el gusto por la lectura y los libros, la vivencia de padres y otros integrantes de los equipos comunitarios de lectura, y maestros, acerca de lo que significa y aporta la relación con los libros no sólo en los procesos de aprendizaje, sino en todo lo que hace a la vida de niños y adultos que se vinculan a la lectura.La idea del diario de viaje se nos ocurrió por las ganas de compartir con ustedes, nuestros 5 seguidores (menos que los que tiene Sánchez Padilla en Estadio 1), ciertas impresiones que, por una cuestión lógica de los objetivos que persiguen los micros, no estarán presentes en los materiales que realicemos.
Nuestra primera parada fue una escuelita rural de Soriano, ubicada en la "Carretera del Perdido", a 11 km de Cardona.
Una preciosa escuela donde estudian doce niños de distintas edades (de inicial a 6º) con la maestra que es también la directora y vive en la zona.
Cuando llegamos los gurises estaban expectantes de nuestra visita, obviamente, pero rápidamente se olvidaron de nosotros, y después de filmarlos realizando actividades de lectura en clase y de realizar algunas entrevistas, todos se fueron a jugar al patio.
Y aquí viene lo que les queríamos contar, que va a contrapelo de lo que vivimos usualmente en Montevideo y en las zonas urbanas: en esta escuela, los niños más grandes protegen a los más chicos. No se pelean ni se agreden y juegan en una onda muy buena. Tan es así -nos contaban la maestra y dos madres que constituyen el equipo comunitario lector- que unos niños que iban a la escuela de Cardona y al integrarse a la rural eran agresivos y distorsionaban la clase, poco después se fueron adaptando a esa -para ellos- nueva forma de relacionamiento, y ahora todo estaba bien. Lo interesante es que esta conducta sin violencia y de protección de los grandes frente a los pequeños, no resulta de una imposición de los adultos, sino que surge naturalmente entre ellos. Lo cual inevitablemente nos lleva a reflexionar sobre el asunto.
En ese sentido, con la maestra nos preguntábamos por qué tantas veces las escuelas rurales que son invitadas a la capital a ver experiencias de trabajo novedosas, con nuevas tecnologías, etc -algo muy bueno, sin duda-, por qué no pueden ser también anfitriones de niños y maestros de la ciudad.
De regreso a Montevideo, mientras esperábamos el ómnibus en Cardona, nos topamos con este viejo hotel cerrado que nos hizo evocar a Juan Carlos Onetti y su Hotel Plaza en la onírica ciudad Santa María.
"Desde su mesa, Díaz Grey los miraba mientras bebía. Vio las caderas anchas de los hombres desbordando los taburetes y las raquíticas nalgas de las dos mujeres. La lluvia regresaba tímida, emparejaba su rumor, quedó fija como un objeto agregado a la noche". (Juntacadáveres - 1964)
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