Octava parada: Lavalleja
Nuevamente de viaje en este departamento que para nosotros significa mucho, durante la mañana visitamos dos escuelas rurales -la 75 y la 66- a medio camino entre Solís de Mataojo y Minas, y en la tarde la escuela nº 10 de Minas, en un barrio carenciado, "La Filarmónica".
Las instrucciones eran claras: al guarda del Expreso Minuano le teníamos que pedir que nos avisara en la "Parada del caballo muerto", inmejorable título para un cuento de suspenso.
Allí nos esperaba Julio, el CAPDER (Coordinador de Apoyo Pedagógico Didáctico para Escuelas Rurales) de Lavalleja que, junto a una madre -Adriana- en su auto, nos llevarían a la escuela rural nº 75, una preciosa construcción de lo que fuera antaño una escuela-granja.
Allí trabajan dos maestras (una de ellas a su vez directora) que se reparten las clases: una dedicada a inicial hasta 3er año, y la otra con los más grandes de 4º, 5º y 6º.
La escuela tiene más de 50 alumnos y muchos de ellos vienen de Solís de Mataojo. No porque en Solís no haya escuela pública, sino porque allí sólo existe la posibilidad de escuela de tiempo completo, y los padres que quieren que sus hijos sólo estén cuatro horas en la escuela, optan por anotarlos en la escuela rural.
Como nos ha sucedido en otras escuelas rurales visitadas, es notable el relacionamiento que se percibe entre niños de diferentes edades en ese ámbito.
Además de las entrevistas realizadas a niños, maestros y padres, fue muy lindo registrar en la escuela nº 66 la atención que toda una clase le prestaba a la lectura de una niña más grande, y luego ver cómo los gurises trabajaban en grupo analizando y respondiendo a lo leído y comprendido.
En la tarde, la escuela visitada correspondía al área urbana, y nos esperaban las madres con una representación teatral para los niños del cuento "La Cenicienta", en un salón de fiestas de la Intendencia.
La mayor parte de los niños que nos hablaron de su experiencia con la lectura nos contaron que ésta está más relacionada con el estudio escolar que con el placer en sí por leer, puesto que lo que prefieren en su tiempo libre es jugar en la computadora. Consultada por nosotros sobre cómo competir con la atractiva oferta de la tecnología, la maestra Eliana -referente de Biblioteca solidaria- nos cuenta una anécdota. Como sus alumnos estaban muy enganchados con un juego en la computadora, un día les preguntó de qué se trataba, y entonces la maestra empezó a jugarlo, a ganar e ir subiendo niveles. Sorprendidos, los chiquilines le preguntaron cómo subía los niveles más rápido que ellos a pesar de su falta de experiencia. Ella les contestó que la razón era porque tenia conocimientos gracias a que era una gran lectora, y por lo tanto podía resolver más fácil los problemas. Y Eliana remata la anécdota: "Yo no compito con la computadora, yo le gano".
Nuevamente de viaje en este departamento que para nosotros significa mucho, durante la mañana visitamos dos escuelas rurales -la 75 y la 66- a medio camino entre Solís de Mataojo y Minas, y en la tarde la escuela nº 10 de Minas, en un barrio carenciado, "La Filarmónica".
Vista desde la escuela nº75 |
Allí nos esperaba Julio, el CAPDER (Coordinador de Apoyo Pedagógico Didáctico para Escuelas Rurales) de Lavalleja que, junto a una madre -Adriana- en su auto, nos llevarían a la escuela rural nº 75, una preciosa construcción de lo que fuera antaño una escuela-granja.
Escuela nº 75: una madre le lee a los escolares más chicos |
La escuela tiene más de 50 alumnos y muchos de ellos vienen de Solís de Mataojo. No porque en Solís no haya escuela pública, sino porque allí sólo existe la posibilidad de escuela de tiempo completo, y los padres que quieren que sus hijos sólo estén cuatro horas en la escuela, optan por anotarlos en la escuela rural.
Como nos ha sucedido en otras escuelas rurales visitadas, es notable el relacionamiento que se percibe entre niños de diferentes edades en ese ámbito.
Escuela nº 66 |
En la tarde, la escuela visitada correspondía al área urbana, y nos esperaban las madres con una representación teatral para los niños del cuento "La Cenicienta", en un salón de fiestas de la Intendencia.
La mayor parte de los niños que nos hablaron de su experiencia con la lectura nos contaron que ésta está más relacionada con el estudio escolar que con el placer en sí por leer, puesto que lo que prefieren en su tiempo libre es jugar en la computadora. Consultada por nosotros sobre cómo competir con la atractiva oferta de la tecnología, la maestra Eliana -referente de Biblioteca solidaria- nos cuenta una anécdota. Como sus alumnos estaban muy enganchados con un juego en la computadora, un día les preguntó de qué se trataba, y entonces la maestra empezó a jugarlo, a ganar e ir subiendo niveles. Sorprendidos, los chiquilines le preguntaron cómo subía los niveles más rápido que ellos a pesar de su falta de experiencia. Ella les contestó que la razón era porque tenia conocimientos gracias a que era una gran lectora, y por lo tanto podía resolver más fácil los problemas. Y Eliana remata la anécdota: "Yo no compito con la computadora, yo le gano".
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